Aquel suelo llevaba mucho tiempo sin recibir la visita del sol, muchas plantas que intentaron crecer se habían quedado en el camino, ya que la dictadura que imponían los fagus sylvatica se lo impedían, los 40 metros de las majestuosas hayas apenas si dejaban pasar algún tenue rayos de sol que ofrecían extrañas sombras a los ocupantes de los vehículos que circulaban por la vieja carretera cubierta de hojas y a pesar de ello el suelo se mantenía fresco. Pequeños ojos vigilaban desde las ramas de los árboles la comitiva que visitaba aquel bosque después de muchos años. Los coches circulaban rápidamente por la sinuosa carretera pero aunque fuesen más despacio ni los ojos más curiosos podían traspasar aquellos cristales tintados. Un murciélago paso justo por delante del parabrisas del último coche, haciendo que este frenase su carrera bruscamente.
- ¿Pasa algo para detenernos? En su tono se notaba la desaprobación por la actuación del chófer.
- No señor, disculpe pero es que un murciel...
- Acelere y no se detenga por tonterías. Los recuerdos de antiguas batallas celebradas en aquel bosque pasaban por la mente de Himmler, aquellos caballeros teutonicos de los que él pensaba que descendía habían estado guerreando para que la raza destinada a gobernar sobre las otras consiguiese su destino. Desde niño, cuando su padre lo había llevado por primera vez al bosque y había descubierto sus extrañas sombras aquel lugar le había atraído sobre manera.
- Si señor.
Las sombras de las altas murallas del castillo asomaron casi de repente, como aparecido por arte de magia. Su porte renacentista le daba un aura de poder y misticismo extraño. Y luego estaba su planta triangular, nadie conocía la razón de aquella forma. Los leyendas decían que con esa forma el poder esotérico era mayor, las mismas tradiciones hablaban de unas antiguas reuniones que en aquel mismo lugar hacían antiguos druidas. Hacía décadas que a Himmler le habían hablado de las ruinas de un viejo castillo y decidió visitarlas. Desde el primer momento le pareció notar que un antiguo poder residía en el bosque, y justo en el medio mando reconstruir aquel castillo, donde reunía durante el solsticio de verano a la élite a parte de la Policía Política. No había ni un guardia a la vista, tampoco es que fuese necesario nadie se atrevía a molestar al hombre más poderoso del planeta. Lentamente los coches iban dejando a sus ocupantes en la entrada del edificio. Estos según el número que llevaban en el pecho entraban por una puerta o por otra, pero todos llevaban un mismo destino, la torre situada más al norte. La torre norte era el verdadero centro de todo aquel castillo.
La escalera era estrecha apenas si quedaba unos centímetros entre los hombres que bajaban por ella. Embutidos en unas largas túnicas que les hacía parecer más unos fantasmas que unas personas de carne y hueso. A través de las distintas escaleras los asistentes iban entrando en una estancia redonda, solo tenían unos bancos de piedra para sentarse, en el medio un sol negro presidia toda la estancia, a diferentes alturas se situaban los demás asistentes, su número en el pecho señalaba el lugar donde debían situarse, cuanto más alto era su número, más alejada era su posición, y se situaba a una altura superior. Tres eran las filas situadas en la estancia, cada anillo era más corto que el anterior, a los de arriba les era imposible saber quienes eran los situados debajo de ellos. El secreto era el éxito de la organización, y allí radicaba también su poder. Himmler fue el último en entrar, y también era el único que entraba sin cubrirse, como líder y sumo sacerdote de la Organización se permitía cierto lujos, y siempre le había gustado la pompa de los antiguos masones y caballero templarios. Desde joven había estudiado a los Pauperes Commilitones Christi Templique Salomonis, y con una mezcla de las creencias nórdicas antiguas había conseguido reunir en torno a él, a un grupo de hombres que le serian fieles hasta la muerte. Aquella era la base de su Policía Política, aquella a la que todos temían. En unos cuantas décadas había conseguido aglutinar en torno a él, todo el poder planetario, él con la colaboración de unos pocos era quién nombraba a los dirigentes que daban la cara delante de la población.
A su entrada todos se levantaron como si fuesen uno solo, a los situados en los graderios más elevados les eran completamente imposible ver los rostros de quienes se situaban por debajo de ellos. La peculiar forma circular era capaz de impedir a los de enfrente adivinar ni siquiera a uno solo de los hombres que tenían un número inferior al suyo, para cada escalafón existía una entrada y una escalera diferente para acceder al recinto, y estaba terminantemente prohibido el subir por otro sitio que no fuese el asignado a cada número. En la parte superior de la estancia se ponían cien hombres con el número IV en el pecho en cada uno de los seis círculos dispuestos para ellos, en la inmediatamente inferior aparecían otras seis azoteas más bajas donde se situaban diez hombres en cada una de ellas, todos estaban de pie en perfecta formación militar con su número III perfectamente visible en el pecho, y abajo a la misma altura de Himmler se situaban los seis elegidos por él para conseguir que su proyecto llegase a buen puerto. Himmler miraba a aquellos 666 hombres, y sonreía en su fuero interno, él lo había conseguido; con apenas dos retoques al primigenio plan lo había conseguido. Pero seguía teniendo muchos cabos sueltos, y uno de ellos era aquel hombre que estaba en su poder, aquel hombre que sería el que lo llevase a descubrir el escondrijo de los antiguos atlantes. Aquellos que luchaban por desbaratar sus planes de dominación mundial, y aquellos a los que exterminaría totalmente no sin antes descubrir todos los secretos tecnológicos que guardaban.
Henna seguía esperando la llegada de Jerry, sabía que no tardaría en llegar pero la espera la estaba consumiendo minuto a minuto.
A lo lejos vio aparecer el vehículo de Jerry se acercaba rápidamente a la entrada de la cueva por donde se entraba al refugio. Paro justo delante de ella, y la puerta del coche se abrió para dejarla paso al interior.
- Hola Henna ¿que tal estas? Jerry le pregunto si girar la cabeza y sin mirar para ella, en su voz se notaba que no estaba de acuerdo con la idea de la mujer de recogerla.
- Bien, pero no sera por lo que tu te has preocupado. Si no es por Shalako me hubiese muerto de asco ahí dentro. La mujer le respondía de la manera, seca y sin alzar la voz, a pesar de estar enfadada. Al contrario que Jerry, Henna si le miraba. Clavaba sus ojos en él, las gafas apenas si dejaban un pequeño resquicio lateral por donde se adivinaba el blanco nuclear de los ojos del hombre. Ella sabía lo complicado que era descubrir los sentimientos de una persona que no tenía color de ojos.
- ¿Sabes algo de mi marido?
- No, nada. Es imposible saber donde lo tienen escondido. Pero hay novedades, Himmler a salido de las oficinas centrales, y se ha llevado a toda la cúpula de su organización a un remoto castillo. Pero no tengo ni idea del porque.
- Valiente policía eres, no tienes ni idea de nada. El tono de reproche de la mujer era más que evidente. Tengo que ver a alguien de la televisión, ella nos podrá ayudar. Tiene mucha información que nadie conoce. Posiblemente sepa algo más.
- Henna es peligroso que se sepa que estas en la ciudad. Aunque te siguen buscando, ahora utilizan menos efectivos para ello, pero si descubriesen que has vuelto...
- No me importa Jerry, hasta ahora hemos dado pasos de ciego, ya sabes lo que se suele decir que si quieres coger la miel debes sacudir el panal para que salgan las abejas. Cojamos el toro por los cuernos de una vez y veamos que ocurre.
- Como quieras, se que por mucho que lo intente no vas a cambiar de idea. ¿Como te pondrás en contacto con esa persona?
- Ya lo he hecho, le mande un correo electrónico protegido, Shalako me ayudo. Jerry la miro con el gesto fruncido en un claro gesto de desaprobación por la confesión de Henna, de que había recibido ayuda de la niña. No la culpes, yo le pedí que lo hiciera. Le hubiese mandado el correo de todas maneras, recuerda que tenía acceso al ordenador tu me lo diste; y si no me hubiese ayudado hubieran podido rastrear el correo si lo descubriesen. Tu mismo me llamaste para decirme que Himmler se había puesto en movimiento y que comenzaba a mostrar sus cartas, es hora de mover las nuestras, por pequeñas que estas sean, y toda ayuda sera poca.
Jerry giro el coche sin decir nada cogiendo la misma carretera por donde había llegado. No sabía porque pero una extraña sensación le recorría el cuerpo, notaba que algo había cambiado en Henna, y ese cambio no sabía muy bien porque, no le gustaba. Era una mujer más decidida que antes, y que apenas media los riesgos de sus acciones, pero algo dentro de ella se había destruido, dejando paso a otra Henna, dejando paso a otra mujer que no pararía hasta encontrar a su marido desaparecido.
Misterios de un país
Lo perdí todo... ...menos la felicidad... ...de caminar sin miedo... ...a perder nada.
1 de julio de 2010
29 de mayo de 2010
Os lo debo, me lo debo, así que... pronta vuelta de Henna
La verdad es que no se como empezar.
Llevo varias semanas bloqueado, la cosa fue poco a poco, pero ahora es que no consigo arrancar nada, pero lo debo. Debo terminar los dos relatos que comencé, os lo debo a vosotros y a mí (perdonad la inmodestia). Así que esta semana seguiré con la historia y aventuras y desventuras de Henna y la búsqueda de su marido, lo que no se es si hacer un pequeño resumen de lo publicado hasta ahora o seguir donde lo deje y donde lo habéis olvidado por mi culpa y dejadez.
Solo puedo decir que aunque sea una vez a la semana la historia continuara... y con una dedicatoria muy especial.
12 de mayo de 2010
A ti Polidori
Hay quien afirma que crear un blog es dar rienda suelta a un sentimiento de ser importantes en este mundo de mierda. No comparto esa opinión, complejo de Edipo solo se da en las bancadas de los políticos y en los miembros de la SGAE. Yo creo que la mayoría cuando abrimos, creamos o parimos un blog, una bitácora, es para expresar nuestros pensamientos, nuestras inquietudes o solamente para dedicarnos a escribir los que nos ocurren.
Cada blog tiene su vida, su alma, y entre sus lineas puedes conocer a la persona que firma. Yo he tenido suerte, nunca pensé que a alguien le pudiera interesar lo que yo aquí dejo, luego cuando abrí el otro blog me ocurrió lo mismo. A Polidori lo comencé a seguir al poco de empezar en esta "locura" que son los blogs. Me encanto esa manera de escribir, y ese estilo tan suyo de retratar el mundo de los vampiros y la vida política española. Muchos fuimos los que aprendimos de sus acertados comentarios en este blog, y en otros muchos.
No se... la verdad es que estoy tocado, parece mentira que en este mundo tan globalizado se puedan crear vínculos como los que se crean a través de unas lineas que unen el mundo de cabo a rabo. Nadie en su familia sabía del blog, un hermano encontró una memoria USB con las claves de acceso al blog, su diario personal y muchos escritos. Ha muerto un blogger, ha muerto Polidori, ha muerto un escritor, a muerto un amigo, como homenaje dejo el ultimo cuento que nos lego. Y es que un blogger no muere mientras su blog este para disfrute de todos. Polidori no se donde estarás pero si estoy convencido de una cosa, que donde estés y con quien estés todos disfrutaran con tus historias vampiricas, y que nos seguirás leyendo a todos tus amigos.
Cada blog tiene su vida, su alma, y entre sus lineas puedes conocer a la persona que firma. Yo he tenido suerte, nunca pensé que a alguien le pudiera interesar lo que yo aquí dejo, luego cuando abrí el otro blog me ocurrió lo mismo. A Polidori lo comencé a seguir al poco de empezar en esta "locura" que son los blogs. Me encanto esa manera de escribir, y ese estilo tan suyo de retratar el mundo de los vampiros y la vida política española. Muchos fuimos los que aprendimos de sus acertados comentarios en este blog, y en otros muchos.
No se... la verdad es que estoy tocado, parece mentira que en este mundo tan globalizado se puedan crear vínculos como los que se crean a través de unas lineas que unen el mundo de cabo a rabo. Nadie en su familia sabía del blog, un hermano encontró una memoria USB con las claves de acceso al blog, su diario personal y muchos escritos. Ha muerto un blogger, ha muerto Polidori, ha muerto un escritor, a muerto un amigo, como homenaje dejo el ultimo cuento que nos lego. Y es que un blogger no muere mientras su blog este para disfrute de todos. Polidori no se donde estarás pero si estoy convencido de una cosa, que donde estés y con quien estés todos disfrutaran con tus historias vampiricas, y que nos seguirás leyendo a todos tus amigos.
CAMBIO DE RUMBO
-Presidente… ¿Te encuentras bien? Presidente…
-Si, si –contestó con aire distante a su jefe de gabinete-, no te preocupes.
-Los periodistas esperan –le dijo al Presidente y líder del principal partido de la oposición-, Luisa, -en referencia a su ayudante de prensa- ya está nerviosa.
-Lo sé, pero no me interesa que a este discurso le den muchas vueltas antes del telediario –dijo en tono ausente mientras observaba el humeante puro que se estaba fumando-, interesa que solo salgan los titulares contra el Gobierno.
-Las grandes cadenas nunca se quieren enterar de los trasfondos, siempre ha sido así.
-Pero están las pequeñas… -replicó en el mismo tono ausente con la mirada fija en el puro-. ¿Has leído el discurso?
-¿No es el que te he preparado? –Preguntó con sorpresa- ¿Entonces…?
-No –interrumpió-, el que voy a leer lo he escrito yo.
-Pero… ¿Qué pasa con lo que se ha hablado en el Comité de dirección?
-Nada. No pasa absolutamente nada. Acabamos de perder unas elecciones que todos dábamos por ganadas, están todos fuera de juego, noqueados.
-No creo que todos, ya has oído lo que ha dicho…
-Da igual –interrumpió a su más fiel ayudante desde el principio de su carrera política-, de momento ni harán ni dirán nada, no son tantos, y cuando quieran darse cuenta y reaccionar ya será demasiado tarde, no tendrán suficiente margen.
-Presidente, ¿Puedo preguntarte que vas a decir y hacer?
-Dile a Luisa que salgo en cinco minutos, que lo prepare todo.
-Ya –dijo con una mezcla de resignación y sorpresa-. Vale, está bien, ya voy.
El líder de la oposición de la Republica Ibérica , en lugar de ofrecer una intervención con las líneas generales de la estrategia de trabajo para el próximo curso político leyó un discurso aparentemente insulso, donde no afrontaba ninguno de los asuntos más importantes para todos los analistas políticos y solo tocaba de pasada algunos de los que, según las encuestas, preocupaban a la gente y mediante el cual, implícitamente, ofrecía al Gobierno unas ciertas garantías de ayuda en temas cruciales en lugar de la oposición que exigían los cuadros más importantes del Partido Liberal Conservador.
-Presidente –se le dirigió su ayudante-. ¿De qué va todo esto?
-Pocas veces me has hablado así –reprochó-.
-Si, es cierto, pero es que nunca te había visto así.
-¿Qué vas a hacer a partir de ahora?
-¿Cómo? –La pregunta del Presidente de su partido lo dejó completamente descolocado- ¿Qué me quieres decir? –Alcanzó a balbucear- ¿Me estás echando?
-Si –dijo al tiempo que le abría la puerta de su despacho mostrándole el pasillo- Adiós.
-¿Solo un adiós? –Preguntó con tono de reproche- ¿De modo que es verdad?
La mirada que recibió fue fulminante, nunca había visto tanto odio en unos ojos y esas fueron las últimas palabras que se dirigieron después de casi una década de estrecha colaboración.
Tres meses más tarde se encontraba reunido con dos notarios y el director del diario líder en periodismo de investigación El Globo.
-Tienen dos maletines con copias de documentos, fotografías y diversos soportes informáticos con información –comenzó a dirigir la reunión después de las presentaciones y formalismos de rigor- uno para cada uno –dijo mirando a los notarios-
. Lo recogido en estos dos maletines son copias, debidamente autentificadas, de unos originales que están en una caja de seguridad de un banco. Para acceder a esta caja de seguridad son necesarias dos llaves que están en los dos maletines junto con los detalles del banco, caja, etc. Si fuera secuestrado, sufriera cualquier tipo de accidente, enfermedad, ataque de salud o de cualquier tipo que me dejara sin consciencia o con mis facultades mentales mermadas, si muriera en cualquier circunstancia, esto es muy importante –remarcó- si muriera en cualquier circunstancia sin revocar estas instrucciones, deben entregar ambos maletines al Sr. Director del periódico El Globo aquí presente.
-¿Y respecto a la caja del banco? –Preguntó uno de los notarios-.
-A petición del Sr. Director del periódico El Globo se deberán reunir ambos, para en su presencia abrir la caja de seguridad, certificar su contenido y entregárselo para que haga y disponga con ellos todo lo que él crea conveniente.
Después de redactar el acta de la reunión y los recibos de los maletines, las firmas, duplicados, etc., los notarios se marcharon y se quedó un momento con el periodista.
-¿Estás seguro de lo que estás haciendo? –Le preguntó el director- Si temes por tu vida esto es lo peor que puedes hacer.
-Si, lo se. Comprenderás que después de tanto tiempo y de todo lo que he vivido sepa lo que hago.
-Por eso mismo no lo entiendo, de ti no me lo esperaría nunca. En tus circunstancias lo mejor que puedes hacer es contarlo todo, solo de esa manera dejarás de ser peligroso para ellos. Pero, en fin.
-Es que es tan terrible lo que hay que contar que ni a estas alturas estoy seguro de lo que hacer.
-Los bebes cuando hay mucho ruido, como mecanismo de autodefensa, se duermen para no tener que afrontar todo lo que hay a su alrededor, a la gran mayoría de la gente le pasa más o menos lo mismo, de que hay algo de tanta importancia no se quieren dar por enterados para no tener que encararlo. Pero es necesario que lo sepan. Otras veces, con otros asuntos también muy importantes el camino fue muy duro, pero hubo que contarlo para que a cada uno no tuviera más remedio que cumplir con su obligación.
-A los que nos llaman “fontaneros” nuestra obligación es arreglar las cosas sin que nadie se entere, sin que transcienda nada.
-Pero tú ya no lo eres.
-Si, lo sigo siendo –dijo con aire distante-, creo que no dejaré de serlo nunca.
-No te comprendo.
-También lo sé, pero tengo que intentar arreglar esto a mi manera.
-Por el bien de todos solo espero que lo consigas –dijo con un tono mitad paternal mitad incrédulo-, pero mi experiencia me dice que lo vas a tener muy difícil. En fin. ¿Me puedes adelantar algo de lo que hay en esos maletines?
-Aunque creo que ya sabes algo, en esencia es lo que le ha pasado a mi “Líder”.
-Solo me han contado algo del viaje que hizo inmediatamente después de las elecciones… Y después solo he visto los bandazos políticos que está dando.
-Te voy a contar esto prohibiéndote que cuentes nada de lo que yo te diga y también porque se que no podrás contrastar nada.
-Lo tengo claro –contestó el periodista con una leve sonrisa-, tampoco esperaba otra cosa.
-Sabes que a raíz de ganar las anteriores elecciones el Partido Izquierdista emprendió una deriva radical desguazando el sistema democrático actual por la vía de los hechos –comenzó a contar con un falso aire distraído-, vosotros lo habéis contado en muchísimas ocasiones.
-Está en nuestra línea editorial día si día también.
-Después de estas últimas, cuando el P.I. volvió a ganar y el Partido Liberal Conservador volvió a perder, mi Líder, se iba a ir de viaje a reflexionar y a cargar las pilas a California, pero a última hora y tras una llamada del Palacio Presidencial Republicano decidió viajar a Méjico, concretamente a Cancún. Allí mantuvo una reunión secreta con empresarios, representantes del Gobierno, varios del P.I. y un importantísimo representante de la familia del Presiente de la República.
-De modo que fue cierto…
-Si, totalmente. Pero lo más curioso, o lo más clarificador, es que en esa reunión todos eran, o mejor dicho, son masones. Fue una tenida masónica en toda regla donde mi “Líder” fue un invitado al que le apretaron las tuercas por un lado y por otro le ofrecieron su parte del pastel. Como estás viendo decidió quedarse con su parte, nunca ha sido demasiado valiente y si muy interesado.
El periódico El Globo siguió investigando durante algunos meses las informaciones que había recibido su director sobre el viaje a Méjico del Líder de la oposición hasta que un día recibieron la noticia de la muerte en un extraño accidente de tráfico de su antiguo jefe de gabinete. Las circunstancias de ese accidente nunca llegaron a aclararse del todo, solo obtuvieron una opacidad total en lo referente a este suceso.
Ambos notarios negaron que hubieran mantenido reunión alguna y las firmas del acta de la reunión no correspondían con las suyas. El Director del diario El Globo los acusó de haber firmado el acta con unas rubricas distintas a las suyas… pero también lo negaron y poco se pudo probar. De los maletines nunca más se supo y de la caja de seguridad en el banco supusieron que si existió alguna vez pudo ser sustraída en el robo de una sucursal bancaria donde desvalijaron, misteriosamente al no funcionar los sistemas de seguridad, la caja fuerte y todas las cajas de los clientes.
(Todos los personajes, lugares y situaciones son totalmente figurados. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).
John W. Polidori, blogger español de 31 años.
20 de marzo de 2010
New World XX
En las paredes colgaban las fotos sus antecesores en el cargo, todos tenían esa pesada carga en sus rostros. Cuatro habían pasado antes que él desde que se había instaurado el Gobierno Único Mundial, el hacía el quinto, en su caso era ya la cuarta generación de político profesional en su familia. El que había llegado más alto había sido precisamente él, su padre fuera el último Presidente del antaño todo poderoso país conocido como Estados Unidos de América; su padre llevaba ya tiempo muerto, asesinado en Washington por un antiguo colaborador que se había sentido traicionado por la desaparición de lo que allí consideraban algunos el país elegido por Dios para llevar la democracia al resto del planeta. Sentado en el sillón presidencial miraba para las paredes, sin saber muy buen porque estaba en aquel inmenso despacho de más de cien metros cuadrados, recordaba de niño jugando en la Casa Blanca, hoy un museo que apenas si tenia un par de docenas de visitantes nostálgicos del pasado, viendo a su padre reunirse con otros mandatarios de países diversos, pidiendo favores a la gran superpotencia mundial, las reuniones al más alto nivel con la otrora poderosa China, los tejemanejes detrás de bambalinas, de yo te doy y tu me das. Su destino estaba marcado desde que había nacido, estudio Derecho y Ciencias Políticas en las mejores Universidades, y poco a poco guiado por su padre fue escalando posiciones dentro del organigrama del partido, hasta que fue nombrado embajador ante la ONU. Nunca llego a elegir su destino, otros lo hicieron por él. Su antaño frondosa cabellera morena, ahora dejaba paso a cada vez menos pelo, y este siempre teñido para que no se viesen sus canas.
En la ONU lo conoció y enseguida quedo prendado de su verbo fácil, y de su discurso de unión de todos los pueblos bajo un único gobierno, las soluciones se aplicarían al momento, sin la intervención de terceros gobiernos, una ONU pero con verdadero poder para decidir y actuar. Aquel pequeño hombre que conociera años atrás lo había situado en el puesto más alto que nadie jamas había soñado, ahora si se podía decir que era el hombre más poderoso del planeta, como antes lo habían dicho de su padre. Pero solo él aglutinaba todo el poder de millones de seres humanos. Himmler le miraba directamente a los ojos, aquellos ojos pequeños parecían saber en todo momento lo que él pensaba. Las bolsas en sus ojos eran evidentes, las horas de sueño eran escasas, sabía que aquel día llegaría. El día en el cual todos los pecados y principalmente el de la soberbia pedirían su pago. Los papeles estaban sobre su mesa, los miraba una y otra vez, los pasaba de un lado a otro, como si haciéndolo así fuesen a desaparecer solos, era un imposible pero lo deseaba. Si no eran los papeles, ojala pudiera él desaparecer. Notaba aquellos pequeños y fríos ojos sobre su persona, esperando el momento en que él firmarse los papeles, en cuanto estampase su rubrica todo habría acabado, y él daría paso a lo que llevaba sospechando hacía mucho tiempo, que solo había sido una figura de cera para que cuando hiciese falta el telón subiese y se descubriese la verdad. La manipulación, el engaño y la mentira que había llevado a la creación de aquel Nuevo Mundo, de aquella sociedad perfecta, solo había sido el plan maestro de una mente perversa del siglo XX, que por causas para él desconocidas tenia sentado al otro lado de la mesa. Cogió lentamente la pluma, la sintió muy pesada como si el deseo de muchas personas hiciesen fuerza para que no firmarse, para que no condenase al mundo a una era de oscuridad y de maldad, para que lo horrores y errores del pasado no volviesen. Garabateó su firma en todas y cada una de las hojas que tenía en la mesa, daba plenos poderes al hombre que le miraba fijamente, no podía imaginar que en aquel pequeño cuerpo pudiera tener tanta maldad, John Okpresh IV acababa de firmar el final del planeta tal y como se conocía.
- Bien John, lo has hecho muy bien. No te preocupes, tu familia y tu estaréis bien, eres el Presidente y lo seguirás siendo mientras cumplas con tu cometido.
- Eres un hijo de puta y lo sabes, desde el principio lo tenias todo preparado y planeado. Este es el final para muchos millones de personas...
- No John. Estas muy equivocado este es el principio para muchos millones de personas, este es el principio de la era dorada de la humanidad, solo yo les puedo llevar al siguiente nivel, y ahora es el momento y la ocasión propicia. Tendrán que acostumbrarse a algunas cosas, a unos retoques pero nada más, si cumplen con todo lo que se les mande, pues todo ira sobre ruedas.
- ¿Y que pasara con los que se te opongan?
- Esta todo preparado, seran reeducados, nada ni nadie me apartaran de mi destino. La Thule-Gesellschaft esta lista desde hace mucho tiempo, al principio salio mal, pero ahora no, ahora todo saldrá a la perfección.
- ¿Que demonios es la Thule-Gesellschaft? Estas loco, alguien pondrá freno y fin a esto.
- ¿Y quién sera ese alguien John? Nadie puede hacer nada, yo soy el verdadero dueño de todo y de todos, nadie puede ya pararme, nadie. En su rostro se adivina todo el odio que llevaba acumulando durante varias décadas escondido a las sombras de otros, manejando los hilos desde atrás, desde su despacho, controlando el flujo de la información que llegaba y salia, desde mucho era él quien decía lo que los demás debían oír, escuchar o leer. Todos eran sus peones y los controlaba a su antojo, ahora era el momento de coger los mandos de lo que consideraba suyo, de lo que había organizado desde el fin de la II Guerra Mundial. Ahora la victoria sería suya, y nada, ni nadie le impediría hacerlo.
Hacía tiempo que no dormía tan bien, el disgusto de ver a su marido en aquella camilla y enganchado a aquellos cables que atravesaban su cuerpo, había conseguido un efecto sedante en ella. Se levanto y se sentó en la cama, Henna sabía que su vuelta a la ciudad sería complicada ya que los partes policiales de búsqueda y captura se habían multiplicado en las últimas horas, pero tenia que buscar Lewis y rescatarlo de donde quisiera que fuera que estuviese. En ese momento Shalako entro corriendo en la habitación, el sofoco por la carrera apenas si le permitía articular palabra alguna.
- ¡Shalako! ¿Que ocurre?
- Tie... tienes que venir rápidamente Henna, algo a ocurrido... los mayores están reunidos en la en la plaza... tiene... tienes que venir. La niña doblada por la mitad y apoyando sus manos en las rodillas, se la veía alterada por alguna razón. Henna cogió los pantalones que tenia a los pies de la cama y se los puso rápidamente saliendo de la habitación, las escaleras que llevaban al piso inferior parecían como no existir, todas las dependencias estaban vacías, al salir a la calle vio reunidos a todos los adultos, se arremolinaban en torno a la entrada del edificio donde estaba el ordenador, unos empujaban a otros. Durante los días que allí había pasado nunca los viera nerviosos por nada, ni por nadie. Era cierto que apenas si había cruzado una o dos palabras con ellos, desconocía el motivo pero parecía que la única con la que realmente podía hablar era con Shalako, pero todo aquello era demasiado anormal, hasta para ellos. Reconoció a Kaletaka delante de la puerta del edifico, apartando a los otros se acerco a ella.
- ¿Que demonios ocurre Kaletaka? La cogió por el brazo derecho, ella le miro, sus ojos estaban completamente negros, la oscuridad que de ellos emanaban la asusto, haciéndola retroceder un par de pasos.
- Hola Henna, a comenzado, es el fin. Hoy es el principio del fin, que nuestros ancestros nos predijeron. El mal se adueño de todo el poder...
- ¿El mal? ¿A que te refieres Kaletaka? Las personas muy lentamente se fueron apartando como si ya no les importase nada, en ese momento Henna se fue acercando a la puerta del edificio, dentro había cuatro o cinco personas sentadas en el suelo, con la cabeza entre las piernas sin saber que decir o hacer. En la pantalla del ordenador se veía a un hombre de aspecto serio, el pelo muy corto y de amplia frente, embutido en un uniforme negro. Anunciaba la disolución del Parlamento Mundial, y que a partir de ahora el Presidente John Okpresh delegaba todo el poder en un hombre desconocido, del que solamente habían dicho su nombre Heinrich. Él tenía todo el poder y todo pasaría desde ese mismo instante por sus manos. El mensaje se repetía una y otra vez, como si fuese un bucle pregrabado. Henna se sentó delante del ordenador, justo en ese momento se interrumpió la imagen.
- Jerry, ¿eres tú?
- Si Henna, soy yo. Lentamente la imagen se fue aclarando dejando paso a la imagen de Jerry en el monitor. Se le veía dentro de su coche, detrás de él, las carreras eran continuas. Las sirenas de la policía no hacían más que sonar, y las personas se les veía apretar en el paso entrando en sus portales.
- ¿Que ocurre Jerry? ¿Que demonios ha pasado?
- Himmler se ha puesto al mando de todo, no se la razón pero creo que esto no debía ocurrir, al menos no ahora. Todo esto esta ocurriendo demasiado deprisa.
- Venme a buscar, y no me vengas con idioteces, hay que encontrar a Lewis antes de que sea demasiado tarde, y tenemos que acabar con esto, aunque creo que es una tarea demasiado grande para nosotros, pero si no hacemos nada todo esto se nos ira de las manos.
- No creo que sea buena idea...
- No me vengas con gilipolleces Jerry, no se si es buena o mala, pero es la única que tienes. O vienes tu a por mi, o me iré sola a la ciudad.
En la ONU lo conoció y enseguida quedo prendado de su verbo fácil, y de su discurso de unión de todos los pueblos bajo un único gobierno, las soluciones se aplicarían al momento, sin la intervención de terceros gobiernos, una ONU pero con verdadero poder para decidir y actuar. Aquel pequeño hombre que conociera años atrás lo había situado en el puesto más alto que nadie jamas había soñado, ahora si se podía decir que era el hombre más poderoso del planeta, como antes lo habían dicho de su padre. Pero solo él aglutinaba todo el poder de millones de seres humanos. Himmler le miraba directamente a los ojos, aquellos ojos pequeños parecían saber en todo momento lo que él pensaba. Las bolsas en sus ojos eran evidentes, las horas de sueño eran escasas, sabía que aquel día llegaría. El día en el cual todos los pecados y principalmente el de la soberbia pedirían su pago. Los papeles estaban sobre su mesa, los miraba una y otra vez, los pasaba de un lado a otro, como si haciéndolo así fuesen a desaparecer solos, era un imposible pero lo deseaba. Si no eran los papeles, ojala pudiera él desaparecer. Notaba aquellos pequeños y fríos ojos sobre su persona, esperando el momento en que él firmarse los papeles, en cuanto estampase su rubrica todo habría acabado, y él daría paso a lo que llevaba sospechando hacía mucho tiempo, que solo había sido una figura de cera para que cuando hiciese falta el telón subiese y se descubriese la verdad. La manipulación, el engaño y la mentira que había llevado a la creación de aquel Nuevo Mundo, de aquella sociedad perfecta, solo había sido el plan maestro de una mente perversa del siglo XX, que por causas para él desconocidas tenia sentado al otro lado de la mesa. Cogió lentamente la pluma, la sintió muy pesada como si el deseo de muchas personas hiciesen fuerza para que no firmarse, para que no condenase al mundo a una era de oscuridad y de maldad, para que lo horrores y errores del pasado no volviesen. Garabateó su firma en todas y cada una de las hojas que tenía en la mesa, daba plenos poderes al hombre que le miraba fijamente, no podía imaginar que en aquel pequeño cuerpo pudiera tener tanta maldad, John Okpresh IV acababa de firmar el final del planeta tal y como se conocía.
- Bien John, lo has hecho muy bien. No te preocupes, tu familia y tu estaréis bien, eres el Presidente y lo seguirás siendo mientras cumplas con tu cometido.
- Eres un hijo de puta y lo sabes, desde el principio lo tenias todo preparado y planeado. Este es el final para muchos millones de personas...
- No John. Estas muy equivocado este es el principio para muchos millones de personas, este es el principio de la era dorada de la humanidad, solo yo les puedo llevar al siguiente nivel, y ahora es el momento y la ocasión propicia. Tendrán que acostumbrarse a algunas cosas, a unos retoques pero nada más, si cumplen con todo lo que se les mande, pues todo ira sobre ruedas.
- ¿Y que pasara con los que se te opongan?
- Esta todo preparado, seran reeducados, nada ni nadie me apartaran de mi destino. La Thule-Gesellschaft esta lista desde hace mucho tiempo, al principio salio mal, pero ahora no, ahora todo saldrá a la perfección.
- ¿Que demonios es la Thule-Gesellschaft? Estas loco, alguien pondrá freno y fin a esto.
- ¿Y quién sera ese alguien John? Nadie puede hacer nada, yo soy el verdadero dueño de todo y de todos, nadie puede ya pararme, nadie. En su rostro se adivina todo el odio que llevaba acumulando durante varias décadas escondido a las sombras de otros, manejando los hilos desde atrás, desde su despacho, controlando el flujo de la información que llegaba y salia, desde mucho era él quien decía lo que los demás debían oír, escuchar o leer. Todos eran sus peones y los controlaba a su antojo, ahora era el momento de coger los mandos de lo que consideraba suyo, de lo que había organizado desde el fin de la II Guerra Mundial. Ahora la victoria sería suya, y nada, ni nadie le impediría hacerlo.
Hacía tiempo que no dormía tan bien, el disgusto de ver a su marido en aquella camilla y enganchado a aquellos cables que atravesaban su cuerpo, había conseguido un efecto sedante en ella. Se levanto y se sentó en la cama, Henna sabía que su vuelta a la ciudad sería complicada ya que los partes policiales de búsqueda y captura se habían multiplicado en las últimas horas, pero tenia que buscar Lewis y rescatarlo de donde quisiera que fuera que estuviese. En ese momento Shalako entro corriendo en la habitación, el sofoco por la carrera apenas si le permitía articular palabra alguna.
- ¡Shalako! ¿Que ocurre?
- Tie... tienes que venir rápidamente Henna, algo a ocurrido... los mayores están reunidos en la en la plaza... tiene... tienes que venir. La niña doblada por la mitad y apoyando sus manos en las rodillas, se la veía alterada por alguna razón. Henna cogió los pantalones que tenia a los pies de la cama y se los puso rápidamente saliendo de la habitación, las escaleras que llevaban al piso inferior parecían como no existir, todas las dependencias estaban vacías, al salir a la calle vio reunidos a todos los adultos, se arremolinaban en torno a la entrada del edificio donde estaba el ordenador, unos empujaban a otros. Durante los días que allí había pasado nunca los viera nerviosos por nada, ni por nadie. Era cierto que apenas si había cruzado una o dos palabras con ellos, desconocía el motivo pero parecía que la única con la que realmente podía hablar era con Shalako, pero todo aquello era demasiado anormal, hasta para ellos. Reconoció a Kaletaka delante de la puerta del edifico, apartando a los otros se acerco a ella.
- ¿Que demonios ocurre Kaletaka? La cogió por el brazo derecho, ella le miro, sus ojos estaban completamente negros, la oscuridad que de ellos emanaban la asusto, haciéndola retroceder un par de pasos.
- Hola Henna, a comenzado, es el fin. Hoy es el principio del fin, que nuestros ancestros nos predijeron. El mal se adueño de todo el poder...
- ¿El mal? ¿A que te refieres Kaletaka? Las personas muy lentamente se fueron apartando como si ya no les importase nada, en ese momento Henna se fue acercando a la puerta del edificio, dentro había cuatro o cinco personas sentadas en el suelo, con la cabeza entre las piernas sin saber que decir o hacer. En la pantalla del ordenador se veía a un hombre de aspecto serio, el pelo muy corto y de amplia frente, embutido en un uniforme negro. Anunciaba la disolución del Parlamento Mundial, y que a partir de ahora el Presidente John Okpresh delegaba todo el poder en un hombre desconocido, del que solamente habían dicho su nombre Heinrich. Él tenía todo el poder y todo pasaría desde ese mismo instante por sus manos. El mensaje se repetía una y otra vez, como si fuese un bucle pregrabado. Henna se sentó delante del ordenador, justo en ese momento se interrumpió la imagen.
- Jerry, ¿eres tú?
- Si Henna, soy yo. Lentamente la imagen se fue aclarando dejando paso a la imagen de Jerry en el monitor. Se le veía dentro de su coche, detrás de él, las carreras eran continuas. Las sirenas de la policía no hacían más que sonar, y las personas se les veía apretar en el paso entrando en sus portales.
- ¿Que ocurre Jerry? ¿Que demonios ha pasado?
- Himmler se ha puesto al mando de todo, no se la razón pero creo que esto no debía ocurrir, al menos no ahora. Todo esto esta ocurriendo demasiado deprisa.
- Venme a buscar, y no me vengas con idioteces, hay que encontrar a Lewis antes de que sea demasiado tarde, y tenemos que acabar con esto, aunque creo que es una tarea demasiado grande para nosotros, pero si no hacemos nada todo esto se nos ira de las manos.
- No creo que sea buena idea...
- No me vengas con gilipolleces Jerry, no se si es buena o mala, pero es la única que tienes. O vienes tu a por mi, o me iré sola a la ciudad.
5 de marzo de 2010
New World XIX
- ¿Donde estoy?, ¿porque no puedo abrir los ojos? Los pensamientos se le juntaban en la cabeza, sabía que estaba prisionero. Recordaba ser detenido acusado del asesinato de Carlton, veía a su mujer Henna llorando en una esquina de la casa, mientras la Policía Política se lo llevaba. Los interrogatorios habían sido numerosos, las preguntas sin sentido, preguntando por donde se encontraban los katchinas le habían dejado sin palabras. Y luego las drogas, y a partir de ahí nada. Notaba como intentaban leerle los pensamientos, aunque desconocía como lo hacían. Pero en su mente solo tenía sitio para preguntas sin respuestas y para Henna, realmente toda su preocupación era ella, su mujer y lo que estaría pasando con su desaparición. Intento mover un brazo, pero noto que este no le respondía, una punzada de dolor recorrió todo su cuerpo como si unos cables le atravesaran de lado a lado. Se concentro, intentando relajarse. Su mente comenzó a funcionar como por ella misma, y allí la vio. De nuevo la visión de aquella extraña muchacha que se le había aparecido en el Supra Tren.
- Relájate Lewis, intenta dominar tus miedos, es necesario que salgas de aquí. Si no lo haces morirás, y no es tu momento, debes venir conmigo. Noto el roce de su mano en la suya, aunque sabía que ella no era real, al menos no lo era fuera de su cabeza.
- ¿Quién eres?, no entiendo nada. Se que estoy prisionero, por algo de lo que soy inocente...
- Debes venir conmigo Lewis, aún no es tu momento.
Sus ojos eran completamente blancos, la muchacha de no más de doce años, fue acercando su mano hacia la frente de Lewis, este noto dos latigazos en su cerebro, el dolor era indescriptible pero sus gritos de dolor no se escucharon en ningún lado. Su cuerpo se retorcía pero sin poder moverse, los músculos tenían continuos espasmos, y de repente, la oscuridad. Todo quedo negro, Lewis se giró en todas las direcciones pero no se veía ni la nariz, todo estaba en su mente. No supo de donde venían, pero a lo lejos escucho dos disparos, de nuevo intento levantar un brazo y este siguió sin responderle. A su mente comenzaron a llegar las imágenes de un dibujo antiguo, lo recordaba por su cargo de seguridad en el Gobierno, el hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci.
- ¿Da Vinci?
Jerry escucho las dos detonaciones que venían de la entrada del edificio, lentamente fue bajando y observo los cuerpos de los dos policías con sendos disparos en la nuca, los dos la tenían en el mismo sitio. Varios pisos arriba se escuchaban las carreras por llegar abajo, lo más aprisa posible, apenas si tenia un par de minutos. Salió por la puerta, y allí no había más agentes, el vacío de la calle era sospechoso pero no tenia más remedio que arriesgarse si quería salir de aquel edificio sin que le detuviesen. Ya en la calle, cruzo rápidamente hasta el edificio más cercano y allí giro a la izquierda perdiendo de vista la Comisaría. Los coches negros de la Policía Política se cruzaban con él sin prestarle atención alguna. Continuo andando sin mirar hacía atrás en ningún momento y sin aparentar ninguna prisa. Las personas se apresuraban a meterse en sus portales, asustadas por los anuncios de la Policía. Jamas se había visto un despliegue tan grandes de fuerzas de seguridad y menos de la sección Política que siempre habían actuado en el mayor secretismo.
La imagen la sacudió de tal manera que tuvo que apoyarse contra la pared, el hombre de Vitruvio estaba allí, en su cerebro. Y con la imagen estaba Lewis, tumbado en una camilla y atravesado por varios cables. El dolor en el cuerpo de su marido le hizo estremecer; las lagrimas afloraron en su rostro y escondió su cara entre sus manos, desde pequeña había odiado que la viesen llorar. La imagen de una muchacha, se le apareció, abrió los ojos y allí estaba la pequeña Shalako cogiendo su mano. La niña no decía nada, solamente la miraba y le cogía la mano. Henna se acerco a la niña abrazándose a ella, y comenzó a llorar la situación la estaba sobrepasando y ahora se estaba dando cuenta que el rescate de su marido sería mucho más complicado.
Ahora que la cosa esta más tranquila, espero (la esperanza es lo último que se pierde) poder seguir con Henna, Jerry, Lewis, y los tigres más a menudo. Aunque la verdad es que la puñetera silla, es lo más incomodo que parió madre.
- Relájate Lewis, intenta dominar tus miedos, es necesario que salgas de aquí. Si no lo haces morirás, y no es tu momento, debes venir conmigo. Noto el roce de su mano en la suya, aunque sabía que ella no era real, al menos no lo era fuera de su cabeza.
- ¿Quién eres?, no entiendo nada. Se que estoy prisionero, por algo de lo que soy inocente...
- Debes venir conmigo Lewis, aún no es tu momento.
Sus ojos eran completamente blancos, la muchacha de no más de doce años, fue acercando su mano hacia la frente de Lewis, este noto dos latigazos en su cerebro, el dolor era indescriptible pero sus gritos de dolor no se escucharon en ningún lado. Su cuerpo se retorcía pero sin poder moverse, los músculos tenían continuos espasmos, y de repente, la oscuridad. Todo quedo negro, Lewis se giró en todas las direcciones pero no se veía ni la nariz, todo estaba en su mente. No supo de donde venían, pero a lo lejos escucho dos disparos, de nuevo intento levantar un brazo y este siguió sin responderle. A su mente comenzaron a llegar las imágenes de un dibujo antiguo, lo recordaba por su cargo de seguridad en el Gobierno, el hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci.
- ¿Da Vinci?
Jerry escucho las dos detonaciones que venían de la entrada del edificio, lentamente fue bajando y observo los cuerpos de los dos policías con sendos disparos en la nuca, los dos la tenían en el mismo sitio. Varios pisos arriba se escuchaban las carreras por llegar abajo, lo más aprisa posible, apenas si tenia un par de minutos. Salió por la puerta, y allí no había más agentes, el vacío de la calle era sospechoso pero no tenia más remedio que arriesgarse si quería salir de aquel edificio sin que le detuviesen. Ya en la calle, cruzo rápidamente hasta el edificio más cercano y allí giro a la izquierda perdiendo de vista la Comisaría. Los coches negros de la Policía Política se cruzaban con él sin prestarle atención alguna. Continuo andando sin mirar hacía atrás en ningún momento y sin aparentar ninguna prisa. Las personas se apresuraban a meterse en sus portales, asustadas por los anuncios de la Policía. Jamas se había visto un despliegue tan grandes de fuerzas de seguridad y menos de la sección Política que siempre habían actuado en el mayor secretismo.
La imagen la sacudió de tal manera que tuvo que apoyarse contra la pared, el hombre de Vitruvio estaba allí, en su cerebro. Y con la imagen estaba Lewis, tumbado en una camilla y atravesado por varios cables. El dolor en el cuerpo de su marido le hizo estremecer; las lagrimas afloraron en su rostro y escondió su cara entre sus manos, desde pequeña había odiado que la viesen llorar. La imagen de una muchacha, se le apareció, abrió los ojos y allí estaba la pequeña Shalako cogiendo su mano. La niña no decía nada, solamente la miraba y le cogía la mano. Henna se acerco a la niña abrazándose a ella, y comenzó a llorar la situación la estaba sobrepasando y ahora se estaba dando cuenta que el rescate de su marido sería mucho más complicado.
Ahora que la cosa esta más tranquila, espero (la esperanza es lo último que se pierde) poder seguir con Henna, Jerry, Lewis, y los tigres más a menudo. Aunque la verdad es que la puñetera silla, es lo más incomodo que parió madre.
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