17 de septiembre de 2009

Oro y Azul VI


- Mira que eres tonto, ponerte nervioso delante de una mujer a la que acabas de conocer, es que eres idiota macho..., y para arreglarlo hablo solo, hay que joderse.

Miro para la costa y donde antes se avistaba el faro que marcaba Cabo Vilán no vio nada, sus 125 metros de alto que eran la visión de la luz salvadora a muchos barcos que surcaban aquellos mares, los 55 kilómetros que alcanzaba su luz, no estaba. La imagen que muchos marineros buscaban en las oscuras noches de tormenta que azotaban aquellas costas, pero el faro no se veía. Cuando viro a babor para encarar la entrada de la ría miro las rocas donde se situaba el faro y lo que vio fue unas rocas arrancadas de cuajo, sabia en con temporales de mucha marea, las olas llegaban a sobrepasar todo el faro pro completo cuando golpeaban en la escarpada costa, la fuerza de lo que golpeo tenia que ser descomunal. Las imagenes del puerto y del pueblo de Muxia eran dantescas, la península donde se asentaba el pueblo había desaparecido casi en su totalidad, y las casas estaban destruidas, las personas buscaban entre los restos a sus seres queridos, con la mirada baja y en sus ojos apenas un halo de vida o esperanza, todo era tristeza.

Los escasos medios con los que contaban era un tractor y una pequeña maquina paleadora que no era suficiente como para llegar a todas las casas.Eva, subía a la cubierta superior, ataviada con un chandal que una pareja se había olvidado hacia ya varias semanas a bordo, lo encontrara rebuscando entre los armarios de barco. En ese momento la cara le cambio cuando miro hacia donde los ojos de Suso se mantenían clavados.

- ¡Dios mio!...
- No creo que Dios tenga nada que ver con esto, Eva.
- Tenemos que ayudarles Suso, tenemos que ir al...
- ¿Y como sugieres que les ayudemos? En el botiquín hay una venda, una pomada para los golpes y unas cuantas tiritas, además en Camariñas puede que tambien necesiten ayuda y es alli a donde vamos, a buscar a tu padre Eva. Además no creo que fuésemos de mucha ayuda ahora mismo, si te fijas hasta el santuario de la Virgen de la Barca ha desaparecido, ahora solo hay una pequeña roca donde antes era una península.

Suso continuo con el corto trayecto que les separaba de Camariñas, le dolió no poder ayudar a las personas que rebuscaban entre los escombros, pero ahora lo prioritario para ellos era llegar a su destino, el desasosiego era cada vez mayor, y la incertidumbre de con que se encontrarían en su destino les angustiaba cada vez más. Por fin comenzaban a ver lo que días antes era el dique de abrigo del puerto camariñan, ahora solo trozos dispersos de roca y hormigón, ríos del agua que habían envuelto todo corrían ladera abajo, a pesar de que ya habían transcurrido tres días de la tragedia, las imagenes de la desolación y destrucción eran horribles, Suso vio el lugar donde se situaba la Lonja totalmente arrasado, lo único que alli observaba eran toneladas de barro y piedras, pero nada que se asemejara a una construcción fabricada por el hombre, las casas que antes se erigían orgullosas saludando a sus marineros que llegaban a casa después de largas y duras jornadas en el mar, eran solo un remolino de cascajos y ladrillos diseminados por doquier.

Las caras de los dos jóvenes reflejaban la tragedia que los habitantes tenían que haber sufrido. Unas lágrimas comenzaron asomar por el bello rostro de Eva, la visión del antes bonito pueblo marinero de la costa gallega, y convertido en un lugar desolado y triste, el pensamiento de su padre le llenaba de miedo.

- No te preocupes Eva, seguro que tu padre esta bien.
- ¿Tu crees Suso?, mira todo esto bien, ¿quién podría sobrevivir a tanta destrucción?


Suso calló y comenzo las tareas para atracar el barco, lentamente se acerco a unas rocas, parando motores y botando el ancla, bajaron a tierra. Un anciano sentado cerca de donde estaban, observaba hipnotizado el mar, unos ojos que apenas parpadeaban miraban un horizonte que antaño les trajera comida y trabajo, y que ahora se presentara con muerte y horror.

- ¡Antón! ¡Antón!, soy yo Suso, Antón ¿donde esta Mariana Antón?

Unas palabras que apenas eran un pequeño susurro salieron de la boca del anciano, sus labios sin apenas movimiento, lanzaban un susurro y una advertencia.

- Leviathan, Leviathan, mi abuelo tenia razón, Leviathan.

Suso le miro a su amigo, no entendía nada, de lo que el viejo marinero le decía, o susurraba al aire.

- Suso, ¿que dice?, preguntaba una asustada Eva.
- Nada no te preocupes, son divagaciones de un viejo asustado por todo esto. Sigamos en busca d tu padre.

Iniciaron la marcha, hacia lo que días atrás había sido el pueblo, en ese momento, Antón se puso de pie y agarrando fuertemente a Suso por el brazo, impidiéndole continuar la marcha.

- Suso, hijo mio, no son las palabras de un viejo loco, lo he visto; Leviathan se presento aquí y lo destruyo todo, hazme caso, marcha de aquí, vete tierra adentro lejos del mar; las aguas que antes nos daban vida, nos traen a todos muerte y desolación. ¡Huye!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy bueno. Redacta fenomenal.
Felicitaciones.

fher dijo...

Has logrado atraparme con esta historia, necesitamos más!!!

Un abrazo

Anónimo dijo...

Continuo fascinado y enganchado.

Estás construyendo una historia extraordinaria.




John W.