5 de febrero de 2010

New World XVIII

Su andar resonaba por el largo pasillo, nunca se había fijado en lo oscuro que resultaba, siempre era un constante trajín de personas de un lado al otro; desde que por primera vez había entrado a trabajar como policía no recordaba que nunca estuviese vacío fuera la hora que fuese, daba igual el día que la noche. La puerta del Comisario siempre estaba abierta, como invitando a pasar a cualquiera de los agentes que por allí pasaran, aunque todos sabían que había llegado aquel puesto por ser servil con el Gobierno, con los agentes e inspectores era amable. Siempre les había dejado trabajar a su aire y sin inmiscuirse en su trabajo para nada. Él era el encargado de coordinar el trabajo sobretodo con la Policía Política. Las paredes parecían más oscuras, que nunca aquel color gris perla, hoy aprecia casi negro, a pesar de las muchas fotos que decoraban ambos lados del pasillo. Jerry oía una acalorada discusión a través de la puerta cerrada, llego justo delante de ella y se detuvo. Se aparto hacia el lado derecho, justo cuando escucho que unos pasos se acercaban. Dos hombres salían por la puerta a uno lo conocía era Fredo Sant, el Jefe de los Abogados de la Confederación Planetaria, al otro nunca lo había visto, pero se notaba quien era el que mandaba de los dos. Vestía el mismo traje oscuro que los hombres que había por todo el edificio, la diferencia era el III en su pecho. La inmensa cicatriz que le cruzaba la cara era algo de lo que Jerry no se olvidaría; cruzaron las miradas un instante, lo suficiente para que toda la tranquilidad de Jerry, toda la muralla que construía en torno a él, se derrumbara más fácil que un castillo de naipes ante un huracán. Fredo Sant, iba apenas un metro detrás de aquel hombre y con el terror que se adivinaba en sus ojos ni se percato de la presencia del hombre a un lado de la puerta. Jerry no sabía como reaccionar, su instinto le decía que lo mejor era desaparecer de allí, pero sabía que si no conseguía encontrar el paradero de Lewis, todo por lo que habían luchado durante siglos acabaría por venirse abajo sin remedio. Y luego estaba Henna, ella nunca se lo perdonaría y la consideraba capaz de buscar sola a su marido. Recomponiendo su muralla, Jerry paso al despacho de su superior. Allí estaba sentado en su despacho, dando la espalda a la puerta, mirando por el ventanal, la ciudad. Los amplios jardines que se situaban entorno a los altos edificios siempre estaban llenos de madres con sus hijos, pero hoy estaban vacíos.


- ¿Comisario...?
- ¡Ah! Jerry, eres tu. Te estaba esperando. ¿Que tal la investigación de la mujer decapitada?
- Bien Comisario, va bien. Es todo muy extraño, pero creo que conseguiré saber lo que paso con ella...
- Eres un buen hombre Jerry, no entiendo que haces aquí. Estoy convencido de que lograras descubrir quien mato a esa pobre joven. Los ojos de aquel canoso hombre parecían mucho más viejos, que el resto del cuerpo. Como si esos ojos hubieran visto cosas, que jamas debieran haber visto. No emitían ningún brillo, si los ojos eran el espejo del alma; aquel hombre ahora mismo es como si careciera de ella.
- ¿Comisario esta bien?, le noto extraño, como ido.
- Estoy bien. Jerry tu eres el último al que se lo comunico. La Policía Política se hará cargo de todas las investigaciones; nosotros somos los que haremos el trabajo sucio, pero para todo se necesitara el visto bueno de Fredo Sant; él sera el enlace directo con el Gobierno. Como habrás visto, sus agentes ya han tomado posiciones. Nunca me gusto mi vida, pero siempre tuve que escoger el camino que otros me marcaban. Así llegue a este puesto, diciendo a todo que sí, y traicionando cuando hizo falta, pero ya todo da igual, las cartas se han empezado a jugar y a mi me acaban de sacar del tablero. Los ojos del hombre dejaban escapar unas lagrimas que le resbalaban por la mejilla, dejando húmeda la camisa de seda blanca que llevaba puesta. Ten cuidado Jerry, mucho cuidado. El juego acaba de comenzar y todos son enemigos, mira siempre a tu espalda y a partir de ahora no te fíes de nadie.
- Comisario...
- Déjame solo Jerry, te lo ruego. Pronto vendrán a por mi, y si estas aquí también te llevaran, nunca dejan huellas son expertos en demasiadas cosas y te puedo asegurar que ninguna es buena.

   Jerry intento acercase, se había sacado las gafas y miraba al fondo de aquel hombre; las culpas se le agolpaban en la cabeza, y hacían una losa demasiado pesada para llevarla por el solo. Jerry levanto una mano, para mostrarle su apoyo y en ese instante escucho al fondo unos fuertes golpes. Los ojos volvieron al blanco natural y en la sombras del fondo del pasillo vio a cuatro hombre que se acercaban. Salio por la puerta y anduvo por el pasillo de la izquierda, se detuvo viendo como dos de los hombres se quedaban en la puerta, mientras los otros dos entraban. Espero un par de minutos, para ver salir al Comisario pero no paso nada. Los hombres seguían sin moverse. Uno de los que habían entraron salio rápidamente.

- Uno de ellos estuvo aquí, dar la alarma, aún debe de estar en el edifico. Que lo atrapen. ¡Ya!

   Jerry se giro para entrar por la puerta que daba a la escalera de incendios. Pensaba que algo tan tradicional seria lo último que miraran. Antes se centrarían en los ascensores, quizás tuviese algunos minutos para bajar los siete pisos y llegar a la calle. No confiaba demasiado en su suerte pero debía intentarlo. Comenzó a bajar las escaleras, rápidamente, apenas si tocaba el suelo quien lo observase más le parecería una sombra que un ser humano. Le quedaba un piso, y vio unas sombras al fondo de las escaleras de acero.

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  La semana que viene (el próximo viernes para ser más preciso) inicio una nueva aventura en, Fuerteventura. Ha surgido una oferta de trabajo, y ya se sabe que la vaca no es de donde nace sino de donde pace. Allí estuvimos cuatro años viviendo, y para allí nos volvemos mi mujer y yo. La locura esta seguirá; comenzó en mi tierra gallega, continuo en tierras riojanas y ahora cojera aires canarios y más ahora que se me quito ¡por fin! la caraja de encima. Gracias a todos y a todas.